Las composiciones elegidas para este álbum se cuentan entre las más significativas creaciones de Piazzolla de los años sesenta, no solo en lo musical sino también por el vínculo de su gestación y carácter con circunstancias de su vida, que en esos años atravesó una época de soledad, turbulencia sentimental y cierto misticismo.
Encontramos entre ellas fugados, rasgos que remiten al barroco musical, la más profunda melancolía en la serie del Ángel y su contracara en las piezas del Diablo elaboradas con un perfil más disonante y agresivo.
De estas obras emerge un halo de refinamiento que, alternado con el manejo piazzolliano de la rusticidad propia de la estética tanguística, genera un llamativo contraste.
Todo un periplo estilístico por los vericuetos del Nuevo Tango piazzolliano, a través de las composiciones más sofisticadas realizadas en la prodigiosa y prolífica década del sesenta.