Astor Piazzolla
Un extraordinario músico, compositor y director de orquesta, Astor Piazzolla, creador del Nuevo Tango, nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata, una ciudad costera a unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Tenía sólo cuatro años cuando la familia emigró a Nueva York, donde, salvo por un breve intento de volver a Argentina, vivirían los siguientes 12 años.
El Lower East Side de Manhattan era entonces un lugar difícil, poblado por pandillas de todo tipo y origen. Piazzolla, un niño pequeño con una cojera, resultado de una malformación congénita de su pie derecho y de varias cirugías, creció como un peleador de esos que nunca daba un paso atrás y con una pegada muy dura. Esa actitud y esas experiencias le vendrían bien más tarde para defenderse cuando algunos críticos y tradicionalistas se ofendieron con sus innovaciones y se vio atacado, a veces hasta físicamente. Musicalmente, creció escuchando los discos de tango que su padre Vicente, “Nonino”, ponía por las noches después del trabajo. Pero el joven Astor también escuchaba jazz en Harlem y estaba rodeado de sonidos de un barrio diverso, incluyendo la música klezmer, canciones napolitanas y Bach.
Aprendió a tocar el bandoneón, un tipo de concertina, de sonido dulce y melancólico, probando los botones, tomando lecciones con maestros que su padre encontró en New York, y adaptando la música de Bach, Schuman y Mozart que aprendía con su profesor de piano.
No es de extrañar, pues, que su tango tuviera poco que ver con los clichés de postal turística de un Buenos Aires que él no conocía y que, en muchos casos, ya no existía. En su lugar, el cosmopolita Piazzolla tomó de diversas fuentes, sobre todo en la música clásica y el jazz. Su Nuevo Tango incluía elementos operísticos, fugas inspiradas en Bach, ritmos violentos, urgentes, que evocaban a Bartok y Stravinsky, un “bajo caminante” que evocaba el bajo de jazz, y el sonido de la guitarra eléctrica.
Piazzolla regresó a Argentina con su familia en 1937. Tenía sólo 16 años, y tras un par de años viviendo, estudiando y actuando en Mar del Plata, decidió probar suerte en Buenos Aires. Encontró trabajo rápidamente en un par de orquestas de segundo orden, pero en cuestión de meses dio un salto de categoría, incorporándose a una de las mejores orquestas de tango de la época, la orquesta dirigida por el bandoneonista y compositor Aníbal Troilo. Pero el ambiente del cabaret, y tocar y arreglar tango para bailar, pronto le resultó profundamente insuficiente. Comenzó a estudiar con el gran compositor Alberto Ginastera (Piazzolla fue su primer alumno) y complementó su trabajo con la orquesta escribiendo música para películas y piezas en estilo clásico. En 1944, dejó la orquesta de Troilo, acompañó brevemente a un cantante, organizó su propia orquesta, y al final, decidió dejar el tango por completo.
Lo que hizo que Piazzolla volviera a enfocarse en el tango fue el consejo de una gran maestra francesa, la legendaria Nadia Boulanger, quien tuvo como alumnos a una larga y diversa lista de talentos, entre ellos Aaron Copland, Darius Milhaud, Philip Glass, John Eliot Gardiner, Quincy Jones y Elliot Carter. Piazzolla estudió con Boulanger en París en 1954, un premio por haber ganado un concurso de música clásica en Buenos Aires. Piazzolla podría haber querido ser un músico clásico según el modelo europeo, pero le gustaba contar que cuando Boulanger escuchó unos compases de su tango “Triunfal”, ella lo paró y le dijo: “Éste es Piazzolla. No lo deje nunca”.
De vuelta a Buenos Aires en 1955, Piazzolla agitó al mundo del tango con sus composiciones y un excepcional Octeto Buenos Aires, el cual incluía algunos de los mejores músicos de la escena. Bien recibido por la crítica, el Octeto no pudo encontrar suficiente trabajo, y en 1958, siguiendo los pasos de su padre, Piazzolla se fue con su familia a Nueva York, con la esperanza de una mejor fortuna. No funcionó como él esperaba. Por el contrario, en una ocasión calificó este tiempo en Nueva York como “los peores tres años de mi vida”. La inesperada noticia de la muerte de su amado Nonino en octubre de 1959 añadió una nota de terrible tristeza y puso un abrupto final a la malograda aventura. Compuesta en esos días de luto, en Nueva York, “Adiós Nonino”, el conmovedor homenaje de Piazzolla a su padre, es una de sus piezas más reconocidas.
De vuelta en Buenos Aires en 1960, Piazzolla organizó lo que se convertiría en su gran instrumento: un quinteto. Compuesto por bandoneón, violín, guitarra eléctrica, piano y contrabajo, el quinteto no se trataba de un grupo de tango al uso, sino más bien de una mezcla, parte grupo de cámara y parte combo de jazz. Este quinteto permaneció unido, con algunos cambios de músicos a través de los años, hasta 1970.
Musicalmente, fue un período determinante para Piazzolla. En estos años creó obras imperecederas y estableció los principios de su Nuevo Tango. Pero en 1971, frustrado por la respuesta crítica y comercial, disolvió el grupo. Piazzolla se movió entonces entre formas clásicas y proyectos de Nuevo Tango, incluyendo una brillante pero breve experiencia con el Conjunto 9, un noneto que expandía al quinteto con cuerdas y una batería. En 1973, se mudó a Roma. Allí compuso y grabó nueva música para sus conjuntos (con músicos locales) y para el cine, y encontró el reconocimiento y el éxito comercial que le faltó en su país. En este periodo, Piazzolla creó obras duraderas como “Libertango”, que se convirtió en un éxito internacional; la “Suite Troileana”, un emotivo homenaje a Aníbal Troilo, fallecido en mayo de 1975; “Oblivion”, una pieza de su banda sonora para la película “Enrico IV”, de Marco Bellochio, y Reunión Cumbre, una disco con el gran saxofonista y arreglista Gerry Mulligan.
En 1978, tras explorar brevemente la idea de volver a tener un octeto, actualizado con sintetizadores, bajo eléctrico y batería, Piazzolla formó un nuevo quinteto con el que actuaría y grabaría durante la siguiente década.
En los años 80, trabajando de nuevo tanto en el Nuevo Tango como en el formato clásico, Piazzolla alcanzó un mayor reconocimiento internacional. Pero preocupado por problemas de salud, disolvió el quinteto en 1988. Sin embargo, sintiéndose lleno de energía después de una operación de bypass cuádruple, Piazzolla formó un nuevo grupo, un sexteto, que incluía un segundo bandoneón y un violonchelo en sustitución del violín. La experiencia duró sólo un año. Insatisfecho con el sonido del grupo y cansado de las giras, Piazzolla disolvió el sexteto para centrarse en actuar como solista invitado con orquestas.
Su última aparición fue el 3 de julio de 1990, en Grecia.
El 5 de agosto de 1990, de vuelta en París con su esposa Laura, sufrió una hemorragia cerebral.
Llevado de vuelta a Buenos Aires, permaneció hospitalizado casi dos años, y falleció el 4 de julio de 1992. Tenía 71 años.
Años antes, en Buenos Aires, un joven Astor Piazzolla, un chico que estudiaba música “seria” de día y tocaba tangos en el cabaret por la noche, soñaba con ser un compositor de música clásica en el modelo tradicional europeo.
Resultó ser que no era necesario.
Su Nuevo Tango lo llevó a los templos de la música clásica y a los grandes escenarios del mundo.
Ser Astor Piazzolla era suficiente.
Fernando González
Fernando González fue crítico de música de The Boston Globe, The Miami Herald y The Washington Post, y editor de la revista JAZZIZ. González tradujo y anotó Astor Piazzolla, A manera de memorias contadas a Natalio Gorín (Amadeus Press, 2001), y escribió las notas de tapa para cuatro discos de Piazzolla.